El único trabajo que tenía era el de servir café, sin importar la hora o el tiempo o el día. Y la paga siempre fue muy buena. A mis 80 años sin techo y sin futuro lo mejor era vivir en el observatorio.
En aquel lugar jamás se apagaba la tenue luz y siempre estaba alguien mirando las estrellas. Una tarde hice una siesta larga y al despertar todos no estaban. Me puse a mirar lo que ellos miraban sin descanso e hice unas anotaciones.
48 horas después recibí una carta de agradecimiento, leyeron mis apuntes: había descubierto Capulus Galaxy.

Nota: esta historia es parte del reto «Escribir jugando«, una idea de Lídia Castro Navàs, a la que llegué gracias a Luna Paniagua.
Hola, Zavala. Acabo de ver que ya has participado y no me ha llegado el ping-back (quizás se deba a que no has enlazado la entrada de diciembre, solo la página donde están las bases y eso no me llega jeje). Lo importante es que aquí estoy.
Tu micro está genial, porque, además de integrar todos los elementos del reto de forma ingeniosa, consigues transformar una dificultad en un triunfo. Me gusta eso.
Muchas gracias por tu participación. El día 28 saldrán publicadas en mi blog todas las creaciones y el día 30 revelaré el «Optimvs mensi» ;)
Saludos :)
¡Muy bueno y original! Me gusta como has hecho que empaticemos con el protagonista en tan pocas palabras. Gracias por la mención :) Me alegra haberte animado, aunque seas competencia, je, je.