Hipótesis de un árbol que nació torcido

Se dice que finalmente el Ecuador tendrá su Ley de Comunicación, un texto legal que ha tenido más fantasmas que realidades, que ha servido para lograr enfrentamientos no solo ideológicos sino también verbales. Un proyecto que desde su origen tuvo sus lados oscuros.

Es complicado empezar el análisis o hacer un comentario objetivo sobre el contenido del articulado, pues el entorno político de Ecuador me hace de antemano tener ya un juicio de valor, pero al contrario que pueda ser esta actitud negativa es, desde mi perspectiva, una herramienta para describirla en su real dimensión.

Considero que de este tipo actitudes, frente a un texto que podría convertirse en Ley, ayudan a encontrar las fallas o al menos para conocer y definir el escenario en que se aplicará.

Luego de leer de corrido los 127 artículos, las 16 Disposiciones transitorias, una Derogatoria y una Final, llego a la primera hipótesis: que la Ley no será de Comunicación, sino de regulación a los medios de comunicación, la mutua relación con el poder político y el resto de la sociedad.

¿No entiendo cómo se puede legislar sobre una de las actividades innatas y propias del ser humano? ¡Claro que se puede! si es que la mente del legislador tiene distorsiones de la realidad objetiva. Se debió recomendar a los constructores del proyecto que leyeran “La lógica de la ciencias sociales” ponencia de Karl Popper; es tarde ya, pero necesito decirlo.

Una segunda hipótesis es que el proyecto trata de normar exclusivamente la actividad profesional del periodista, dejando a un lado otros actores de la comunicación social como los publicistas, relacionistas públicos, comunicadores institucionales , administradores de contenidos y las nuevas profesiones que han nacido con el desarrollo de las TIC’s.

Es conocido que a toda ley le corresponde un reglamento, que para el caso del Ecuador es una potestad exclusiva del Presidente de la República, que a su vez es un co-legislador; la experiencia hace pensar que el “gusto” presidencial prevalecerá, sobre todo porque el asambleísta que sistematizó el articulado del proyecto es afín (bastante) al Ejecutivo. La ley dirá pero el reglamento ejecutará, puede ser mi tercera hipótesis.

Que sepan entender mi desconfianza. Tengo como una nueva hipótesis que el proyecto en mención tiene una trampa para los medios de comunicación privados y que está en el Art. 23: “Derecho a recibir información de relevancia pública veraz.-Todas las personas tienen derecho a que la información de relevancia pública que reciben a través de los medios de comunicación sea verificada, contrastada, contextualizada y oportuna.”

¿Se imaginan un medio de comunicación que tenga que completar los requisitos establecidos en el Art. 23 cuando reciban un boletín de prensa gubernamental? Conocemos que la información pública en Ecuador está restringida por tanto; el tema es que el trabajo periodístico estará orientado a publicar temas que desnaturalicen su razón de ser. Lo que se convierte en un argumento a mi cuarta hipótesis, resumido en que la información institucional pública prevalecerá sobre la información periodística.

Además como toda “buena” Ley que ha sido tramitada por… por… Digamos que ha entrado en vigencia en los últimos tiempos en Ecuador, la de Comunicación trae consigo todo un andamiaje burocrático con algunos nombres y nombrecillos, que más parecen idea de marketero que de un generador de políticas públicas; cae por su propio peso mi sexta hipótesis: la tramitolología comunicacional será el primer obstáculo para el ejercicio de los derechos establecidos en la misma ley. Punto a favor del oficialismo.

Debe y tiene que llegar el día de mañana, inevitablemente la ley estará a gusto del co-legislador a como de lugar; es un hecho. Así que de nada valen ahora las hipótesis si es que desde el periodismo y el periodista, no nos preparamos con habilidades camaleónicas o al menos, si dejamos que nos roben el mejor de los atributos: ser la piedra en el zapato del poder político desmedido y no sentamos al pie un árbol torcido que ni sombras ni frutos lícitos ofrece.

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